Psalms 110

Memorables son las obras del Señor

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1. En hebreo este Salmo y el siguiente son acrósticos: cada hemistiquio o medio versículo comienza sucesivamente con una letra del alefato (alfabeto hebreo). En griego el epígrafe sobre Ageo y Zacarías que lleva el Salmo 111, figura también agregado en algunos manuscritos de este, y en general se cree, como San Juan Crisóstomo, que ambos Salmos se corresponden, si bien hay divergencias en la interpretación, pues unos piensan solo en la historia antigua de Israel; otros toman sus bendiciones como si se dieran por cumplidas al retorno de Babilonia, y otros ven aquí realizadas, en presente profético, las bendiciones mesiánicas. De todos modos, el salmista, hablando en nombre de Israel, pone de relieve los prodigios que Dios hizo en favor de su pueblo. El coro de los justos: Gramática lo compara con Salmos 21, 26; 149, 1.
¡Hallelú Yah!
Quiero honrar a Yahvé
con todo mi corazón,
en el coro de los justos y en la asamblea.
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2. Los que las disfrutan parece más exacto que los que se complacen en ellas, o: los que las aman. Dios no hace sus maravillas para que las olvidemos (versículo 4), pues lo que quiere con ellas es ganarse la libre inclinación de nuestro corazón hacia Él. ¡Es lo único que con ser Dios no posee! Nada más justo, pues, que quienes recibimos de Él tales dones no los olvidemos (véase sobre esto el admirable Salmo 102, 2 ss.), ni los usemos con la indiferencia de quien se cree con derecho a recibirlos como un tributo de un vasallo, sino que nos tomemos el trabajo de pensar en ellos e investigarlos (cf. Salmos 62, 7; 142, 5 y notas).
Grandes son las obras de Yahvé:
escudríñenlas los que las disfrutan.
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3. Para siempre: Cf. Salmo 116, 2.
Su obrar es todo majestad y esplendor,
y su justicia permanece para siempre.
4Hizo sus maravillas
para ser recordadas.
Yahvé es benigno y compasivo;
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5. El texto de la Vulgata (versículos 4-5), algo distinto del presente, se usa en la bendición de la mesa (véase Hechos 2, 46 y nota). Cf. Salmo 103, 21; I Timoteo 4, 3-5. Da alimento a los que le temen: Sin duda dio también maná en el desierto, pero fue a todos (cf. Éxodo 16; Números 11) y no solo a los que le temen (véase Mateo 5, 45; Lucas 6, 35). Se trata aquí de mayores promesas y de una alianza ya confirmada para siempre (versículos 2 y 9).
Él da alimento a los que le temen;
para siempre se acordará de su alianza.
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6 ss. También aquí parece tratarse de algo más que de Canaán, del Sinaí (versículo 8) y de la salida de Egipto o de Babilonia (versículo 9). La herencia de las naciones: La tierra de los pueblos gentiles. Cf. Salmo 2, 8; 109, 6 y nota; Génesis 13, 14 s.; 15, 18; Jeremías 3, 18 s.; Ezequiel 36, 12; 47, 13 ss.; Daniel 7, 27; Hechos 7, 5; Hebreos 11, 8. Fillion señala en Ezequiel 47, 13 ss. “las fronteras de la comarca que el pueblo de Dios, regenerado y transformado poseerá como una preciosa herencia”. Fieles y justas (versículo 7): Cf. Apocalipsis 15, 3.
A su pueblo ha mostrado
el poder de sus obras,
dándole la herencia de las naciones.
7Fieles y justas son las obras de sus manos.
Sus preceptos son todos infalibles,
8establecidos por los siglos, para siempre,
dictados con firmeza y justicia.
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9. Redención a su pueblo: Hay aquí un acto definitivo de trascendencia universal, cuyo efecto alcanza a los gentiles, “Las diversas liberaciones del pueblo de Israel eran como el preludio y la garantía de la liberación suprema que había de realizar el Mesías” (Prado). Gramática concuerda esto con las palabras del ángel en Mateo 1, 21 y las del Benedictus en Lucas 1, 68. Su alianza para siempre: Véase Salmo 104, 8 y nota; cf. Jeremías 31, 31 ss. y Hebreos 8, 8 ss. Terrible: Cf. Salmo 75, 13.
Él ha enviado la redención a su pueblo,
ha ratificado su alianza para siempre;
santo y terrible es su Nombre.
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10. “El temor es el principio de la sabiduría, mas la caridad es su perfección” (San Agustín). Cf. Proverbios 1, 7; 9, 10; Romanos 4, 15; 13, 10; I Juan 4, 17 s. El santo temor o temor filial es un don del Espíritu Santo (Isaías 11, 3), por el cual, conociendo nuestra miseria, tememos ofender al Padre que tanto nos ama. Lo que más hemos de mirar “con temor y temblor”, como enseña San Pablo, es el olvido de que “Dios es quien obra en nosotros el querer y el ejecutar” (Filipenses 2, 12-13), para no caer en la soberbia presunción de que somos capaces de algo por nosotros mismos (II Corintios 3, 5). En cambio, el otro temor, el miedo, que aparta de Dios porque desconfía de su bondad, ese temor puramente servil, nace de la fe informe, dice Sto. Tomás, porque la fe viva obra por amor (Gálatas 5, 6) y este excluye el miedo (I Juan 4, 18). Cf. Salmo 111, 1 y nota. Prudentes , etc.: Esto es, la prudencia no está, como enseña el mundo, en confiar en sí mismo (cf. Lucas 10, 21), sino al contrario en buscarlo a Él. Su alabanza: La de su Nombre, que un día cantaremos para siempre. Cf. Salmos 95, 2; 97, 1 s.; 149, 6; 150, 1 ss.
El principio de la sabiduría
es el temor de Yahvé.
Prudentes son todos los que lo adoran,
Su alabanza permanece para siempre.
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